"Nuevamente me sentí helado por la sensación de lo irreparable. Y comprendí que no soportaría la idea de no escuchar más aquella risa, que era para mí como una fuente en el desierto"
El principito.
Es como si te regalaran un puzzle, de estos con muchas piezas, todas muy pequeñas pero imprescindibles. Y comienzas a hacerlo, ilusionada, viendo como todas y cada una de esas piezas se complementan a la perfección y van dejando ver una bonita imagen. Y de repente, alguien te estropea el puzzle. Toca empezar de nuevo, y poco a poco va recuperando su forma, pero ahora faltan piezas y algunas ya no encajan como deberían. Entonces comparas la imagen de tu puzzle con el que tendrías que haber obtenido, con la bonita foto que muestra la caja, y por mucho que te esfuerces, tu puzzle ya nunca será igual de bonito. Mi vida es ese puzzle, el que llevo años intentando reconstruir, y tú la pieza que le falta. Porque a cada paso que doy no estás tú para verme, y ese vacío, por mucho tiempo que pase y por muchas cosas que haga, jamás podrá llenarse. Y esa es la maldita sensación de lo irreparable.